La mujer más bonita del mundo
lleva el pelo a mitad de la espalda,
aunque siempre lo tenga recogido;
anda descalza en casa
y a veces desearía salir sin maquillaje.
Sonríe antes de mirarse al espejo
para no ponerle mucha atención a sus defectos.
Se acuesta siempre pasada la medianoche
y revisa una y otra vez conversaciones
que nunca van a repetirse.
No sabe que la primavera
se pone celosa cuando ella pasa,
que el sol a veces siente
que no brilla tanto como ella
y que las estrellas fugaces
desearían un poquito de la magia
que tienen sus tequieros.
Seguramente
la mujer más hermosa del mundo
no tiene idea que el piso
es el que tiembla cuando su silueta aparece
aunque sea ella quien muera de miedo,
que ha erizado más pieles de las que ha tocado
y que a veces la lluvia
desearía ser humedad entre sus piernas.
Que hay historias que se sienten incompletas
por no haberse escrito con sus manos,
y canciones que morirían por escucharla a ella.
No sabe que el mundo
se detiene cuando ella suspira,
y gira más despacio
cuando a su cadera le da por bailar,
que es siempre la primera opción de cualquiera,
que es luz incluso en la noche más oscura,
que siempre van a quererla completa y no a medias.
No se ha enterado de que cualquier hombre
mataría por estar un rato a su lado,
por besarle la boca,
por adivinarle los defectos
y recordarle las virtudes,
por habitar su cuerpo
y quedarse a vivir en su cuello.
Que es el pensamiento
de muchos
al despertar y
que ha dibujado
un montón de sonrisas
sin darse cuenta.
Que es ternura,
inocencia,
perversión y pasión
en una sola.
Que ha cometido errores,
y muchos,
y que las lágrimas que ha derramado
no se comparan
con la de batallas
que le quedan por ganar.
Seguramente
la mujer
más bonita del mundo
no tiene ni la menor idea
de que ahora mismo
es ella la que está leyendo esto.