lunes, 23 de junio de 2014

Cómete el mundo, que puedes





La mujer más bonita del mundo 
lleva el pelo a mitad de la espalda, 
aunque siempre lo tenga recogido;
anda descalza en casa 
y a veces desearía salir sin maquillaje.  

Sonríe antes de mirarse al espejo 
para no ponerle mucha atención a sus defectos.
Se acuesta siempre pasada la medianoche 
y revisa una y otra vez conversaciones 
que nunca van a repetirse.

No sabe que la primavera 
se pone celosa cuando ella pasa, 
que el sol a veces siente 
que no brilla tanto como ella 
y que las estrellas fugaces 
desearían un poquito de la magia 
que tienen sus tequieros.

Seguramente 
la mujer más hermosa del mundo 
no tiene idea que el piso 
es el que tiembla cuando su silueta aparece 
aunque sea ella quien muera de miedo, 
que ha erizado más pieles de las que ha tocado 
y que a veces la lluvia 
desearía ser humedad entre sus piernas. 

Que hay historias que se sienten incompletas 
por no haberse escrito con sus manos, 
y canciones que morirían por escucharla a ella.
No sabe que el mundo 
se detiene cuando ella suspira, 
y gira más despacio 
cuando a su cadera le da por bailar,
que es siempre la primera opción de cualquiera, 
que es luz incluso en la noche más oscura, 
que siempre van a quererla completa y no a medias. 

No se ha enterado de que cualquier hombre 
mataría por estar un rato a su lado, 
por besarle la boca, 
por adivinarle los defectos 
y recordarle las virtudes, 
por habitar su cuerpo 
y quedarse a vivir en su cuello. 
Que es el pensamiento 
de muchos 
al despertar y
que ha dibujado 
un montón de sonrisas 
sin darse cuenta. 

Que es ternura, 
inocencia, 
perversión y pasión 
en una sola. 

Que ha cometido errores, 
y muchos, 
y que las lágrimas que ha derramado
no se comparan 
con la de batallas 
que le quedan por ganar.

Seguramente
la mujer 
más bonita del mundo 
no tiene ni la menor idea 
de que ahora mismo 
es ella la que está leyendo esto.